Luego de 6 meses de obra y una inversión de $44 millones, el martes reabrieron la Plaza de Mayo, que recuperó parte de la traza original de fines del siglo XIX.
Además, fue ensanchada, ya que se ganaron dos carriles vehiculares a cada lado, tanto de Hipólito Yrigoyen como de Rivadavia.
La superficie pasó de ser de 19.343 m2 a 23.665 m2.
También se restauraron cuatro fuentes y se volvieron a pintar los pañuelos blancos, símbolo de las Madres de Plaza de Mayo.
Sumado a esto, se renovó la iluminación con tecnología LED y se instalaron reflectores blancos en el Cabildo y en la Pirámide de Mayo.
Esta obra incluyó también la instalación de rejas que cruzan transversalmente la plaza, lo cual provocó rechazo de algunos.
Ante esta reacción, desde el ministerio, explicaron que esta incorporación facilita el flujo del tránsito y que los “portones van a estar abiertos siempre, salvo alguna situación particular”.
De todos modos, duró poco la plaza impecable.
Tras la Marcha Federal -que se realizó contra la política económica del gobierno de Mauricio Macri, y en particular, contra el tarifazo y el veto a la ley con el que la oposición pretendía amortiguarlo- la plaza se convirtió en un basural.
Tras la culminación de la marcha, el gobierno de la Ciudad puso a disposición un operativo de limpieza e higiene que costó alrededor de 1.595.000 millones de pesos, según cifras oficiales.